-La modernidad está definida por una tensión o crisis constitutiva entre libertad y autoridad. Tras la revolución renacentista y su afirmación de la inmanencia, la contrarrevolución deberá reconstruir el poder trascendente. Esta operación dará lugar a la soberanía moderna.
-La solución hobbesiana desempeña un papel fundacional. Según el filósofo inglés, la supervivencia de la humanidad, cuyo estado original es la guerra, requiere de un pacto que instaure un poder absoluto sobre los hombres y los gobierne. “La soberanía se define, pues, tanto en virtud de la trascendencia como de la representación” (p.103)*.
-La soberanía moderna es, por otra parte, inseparable del capitalismo. Adam Smith concilia interés privado e interés público por la omnipresente “mano invisible”, pero esa mano invisible es resultado de una permanente intervención estatal, que crea las condiciones de la autonomía del mercado. “La trascendencia política del Estado moderno se define como una trascendencia económica” (p.106).
-Tras las revoluciones burguesas, la soberanía moderna se reviste y renueva con los conceptos de nación y pueblo. La soberanía nacional o popular desplaza la crisis de la modernidad y “convierte la relación de soberanía en una cosa (naturalizándola), y con ello suprime todo residuo de antagonismo social” p.115.
-El pueblo del Estado-nación no es algo previo al poder soberano; es, antes bien, su más refinado producto. El pueblo se define por su identidad, a la vez que por su diferencia respecto de lo que queda fuera de él (orden binario, dentro-fuera). En este sentido, los mecanismos de racismo colonial jugarán un papel esencial a la hora de moldear la identidad de los “pueblos” europeos y estabilizar la crisis.
-La revolución norteamericana supone una ruptura respecto a la tradición de la soberanía europea moderna. A diferencia del transcendentalismo de aquélla, los padres fundadores instituyen “una serie de poderes que se regulan y ordenan entre sí conformando redes. La soberanía puede ejercerse en un vasto horizonte de actividades que la subdividen sin negar por ello la unidad y que la subordinan continuamente al movimiento creativo de las masas” (p.182).
-La soberanía estadounidense propone una idea de inmanencia del poder que presenta tres momentos: Primero, reconocimiento del carácter productivo de la sociedad (las instituciones no regulan a la multitud, la multitud produce instituciones); Segundo, reconocimiento de los límites internos (cierre del poder constituyente); Tercero, inicio de un movimiento expansivo en un territorio ilimitado (el poder constituyente desborda las limitaciones del segundo momento).
-La tendencia expansiva de la república norteamericana se diferenciaría del expansionismo característico del Estado-nación por no destruir los poderes de los territorios conquistados e integrarlos en su red. Esta expansión inclusiva por redes definiría la soberanía imperial.
-Por tanto, “la idea contemporánea de imperio surge a través de la expansión global del proyecto constitucional interno de los Estados Unidos” (p. 203). El orden imperial no se sostendría únicamente a través del poderío militar (a pesar de las recaídas imperialistas de los EE.UU.), sino a través de la producción de normas jurídicas internacionales que establecen el poder del actor hegemónico y aseguran su duración.
-La transición de la soberanía moderna a la soberanía imperial se cifra, ante todo, en la supresión de la dialéctica interior-exterior. El imperio no tiene frontera, ni Otro ni afuera. El imperio es un espacio uniforme: “no hay lugar del poder: éste está a la vez en todas partes y en ninguna. El imperio es una u-topía, es decir, un no lugar” (p.212).
No hay comentarios:
Publicar un comentario