Este es el blog de trabajo de la gente que participa en el seminario "Hardt & Negri. Claves de una revolución de la res communis" organizado por ASEFI y el Centro de Estudios 15M. "Que mil flores, que mil máquinas de lucha y de vida broten".
martes, 29 de noviembre de 2011
Franco Berardi, BIFO: "El enemigo es el conformismo"
En la editorial Traficantes de Sueños puedes encontrar La fabrica de la infelicidad. Nuevas formas de trabajo y movimiento global, un libro suyo escrito en el año 2000 y publicado en 2003. Seguro que su lectura es un buen complemento para investigar algunas de las cuestiones que se plantean durante nuestros debates. Como aperitivo, puedes leer una respuesta suya a la cuestión de la autonomía, a la que apelaba también en una entrevista publicada el 29 de enero de 2011: "Me temo que la catástrofe presente no tiene solución, la barbarie es el nuevo orden social europeo. Eso no se puede cambiar, ya sólo podemos desertar. Tenemos que olvidar la palabra democracia, porque no hay ninguna posibilidad de restaurarla, y en su lugar escribir la palabra autonomía. Autonomía de las fuerzas de la producción técnica, cultural, creativa: lo que yo llamo ''cognitariado'. Autonomía significa abandono y vaciamiento del imaginario y los lugares del trabajo, el consumo, la competencia, la acumulación y el crecimiento. Y la creación de un nuevo espacio mental y social separado definitivamente del económico".
En uno de los talleres que componen La fábrica de porcelana (2008), el titulado "Decisión y organización" (seguramente le dedicaremos alguna entrada de forma más exclusiva), encontramos una reivindicación similar de la autonomía -o al menos eso nos parece-, precisamente cuando Negri pretende explicar de qué manera se ha transformado y puede ser pensada dicha categoría bajo el nuevo régimen del capital, ese estado que él llama, para ser más exactos, de "subsunción real" (que bien vale otra entrada, por cierto): "cuando ésta se realiza -dice Negri refiriéndose a esa "subsunción real"-, cuando efectúa el paso de lo moderno a lo posmoderno (o del fordismo al posfordismo), entonces, la fuerza de trabajo se vuelve relativamente autónoma respecto del poder capitalista mismo y de su acumulación. La autonomía de los sujetos se da, paradójicamente, 'dentro' de la subsunción real de la sociedad bajo el capital, es decir, que ésta se presenta como virtualmente independiente de los procesos de acumulación capitalista. Allí donde el 'valor de cambio' había impuesto su hegemonía absoluta, emergen nuevos 'valores de uso'. La dictadura capitalista -tanto respecto a las inversiones como al consumo- se interrumpe: la desmedida de la acumulación debe hacer frente a una excedencia/autonomía del trabajo vivo que desequilibra por completo el cuadro de la subsunción capitalista. Debemos, en consecuencia, oponer a toda concepción unilateral y monocrática del desarrollo capitalista, una mirada que en cambio sea transversal. El contexto del desarrollo capitalista es un contexto social sobre un fondo del que se desprende la potencia del trabajo vivo" (Negri, A., La fábrica de porcelana, Barcelona, Paidós, 2008, pp. 187-188).
Ya veremos cómo se come todo esto.
domingo, 27 de noviembre de 2011
Multitud vs soberanía moderna. Aproximaciones
Nota preliminar: Ya en Imperio Hardt y Negri atribuyen a la posmodernidad como rasgo fundamental la crítica al dualismo moderno que trabaja con oposiciones insalvables articuladas jerárquicamente. Desde su perspectiva la filosofía posmoderna constituye la defensa de la diferencia, de lo Múltiple frente a lo Uno, en el plano metafísico. En su dimensión práctica ésto se traduce en la defensa, a su vez, de las diferencias culturales, raciales, sexuales, etc. Lo que sigue, aunque trata de recoger todos aquellos fragmentos de Imperio que dentro de nuestro primer bloque del seminario esbocen la tematización del concepto de multitud enfrentado al de soberanía en la modernidad, escoge un lenguaje en ocasiones quizá posmoderno. En el aire queda si ésta es “síntoma de una ruptura dentro de la tradición de la soberanía moderna” (p.140) y reflejo pues de la preponderancia posmoderna de la soberanía en red del imperio... Son cuestiones que tal vez puedan analizarse en siguientes sesiones.
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La soberanía moderna se construye en orden a domeñar los poderes inmanentes de la multitud surgidos desde el Renacimiento.
La singularidad afirmada en el plano ontológico con Duns Escoto hasta Bovillus, pasando por Nicolás de Cusa o Pico della Mirandolla, “porque no puede haber mediación externa, (…) se presenta como multitud” (p.81). Spinoza es, en este sentido, el teórico capaz de dar asiento filosófico acabado a la tríada inmanencia, multitud y democracia: “al poner a la humanidad y a la naturaleza en la posición de Dios, al transformar el mundo en un territorio de práctica y al afirmar la democracia de la multitud como la forma absoluta de la política (…) Spinoza atestiguaba la continuidad ininterrumpida del programa revolucionario del humanismo que atravesó todo el siglo XVII” (p. 84).
Situado en el otro extremo del conflicto encontramos, en Hobbes, el concepto de pueblo: “que tiende a la identidad y la homogeneidad interna, al tiempo que manifiesta su diferencia respecto de todo aquello que queda fuera de él y lo excluye. Mientras que la multitud es una confusa relación constitutiva, el pueblo es una síntesis constituida que está preparada para la soberanía. El pueblo presenta una única voluntad y una sola acción independientes de las diversas voluntades y acciones de la multitud y con frecuencia en conflicto con ellas” (p. 105). Por tanto, el ejercicio de la soberanía queda reservado al pueblo, al Uno, mientras que la multitud no es otra cosa que ese foco de enfrentamientos a conjurar, la guerra civil contra la que escribía Hobbes, el estado de guerra de todos contra todos: homo homini lupus. Los deseos de la pluralidad no pueden más que ser desactivados y reorientados mediante el contrato social hacia el mando implacable del Leviatán. Rousseau que quiso entrar en discusión con Hobbes supuso la otra cara de la misma moneda: dada la imposible vuelta al estado de naturaleza perdido por los males de la irrupción de la sociedad siempre decadente, la voluntad general como enajenación de las voluntades particulares era el único camino que podía entrever el ginebrino para la democracia.
Así, en el límite entre la Edad Media y el nuevo mundo renacentista se gesta una revolución humanista que hace retornar al ser humano las potencias secuestradas por el esquema de la trascendencia medieval expresada en el Uno creador: Dios. La diferencia estalla en una multitud que, no obstante, será reducida a través de una segunda fuerza en oposición: las construcciones de mediación modernas filosóficas, políticas y científicas que atraviesan la Ilustración y llegan hasta Hegel. De lo que se trataba era de asegurar el orden hacia el interior (la paz y la homogeneidad) y de llevar la “civilización” al exterior (imperialismo y colonización). Aquí se juega la modernidad entendida como crisis: “conflicto ininterrumpido entre las fuerzas inmanentes, constructivas, creativas y el poder trascendente que apuntaba a restaurar el orden (…) Cada vez que se les cerraba un espacio, los movimientos retornaban al nomadismo y al éxodo, llevando consigo el deseo y la esperanza de una experiencia incontrolable” (pps. 82 y 83). En el texto, pues, soberanía y trascendencia modernas se enfrentan de continuo a multitud e inmanencia revolucionarias y parece que no es posible entender el desarrollo histórico de estos siglos sin atender a esta pugna.
Ahora bien, el conflicto, llegará a ser en parte neutralizado con “la síntesis de soberanía y capital” (p. 92). Dan aquí la clave del análisis Weber y el tipo ideal puro de legitimación burocrática del poder en que se inscribe la era del capitalismo y el tipo de racionalidad instrumental; y los escritos de Foucault acerca de la sociedad disciplinaria y la inclusión del concepto de biopolítica. “La multitud se convierte permanentemente en una totalidad ordenada” (Ibidem): es el tránsito del antiguo poder de las monarquías absolutas de naturaleza trascendente que se legitimaba a través de la divinidad, al moderno Estado-nación en que la soberanía pasa a ser administrada y naturalizada.
En este punto la noción de soberanía se vehicula con la de nación. Estamos ante otra forma de homogeneización, de rescate de lo Uno opuesto a lo Múltiple, a la multitud, a la pluralidad de afectos en acción, que ve no obstante sólo aplazada su búsqueda de nuevos espacios de resistencia: “la crisis de la modernidad, que es la contradictoria copresencia de la multitud y de un poder que quiere reducirla al dominio de uno (…) en última instancia no se resuelve ni se pacifica en virtud del concepto de nación. La nación sólo puede enmascarar la crisis ideológicamente, desplazarla, diferir su poder” (p.100).
La emergencia de la nación constituye, por lo demás, el lazo que une la moderna idea de pueblo (Hobbes), los conflictos de alteridad racial surgidos a partir del colonialismo (hacia el exterior) y la preponderancia de una clase victoriosa durante las revoluciones francesa e inglesa, la burguesía (hacia el interior), que trataba de pacificar todo atisbo de conflicto en pro de los intereses del capital y en nombre del progreso. En este tercer aspecto se hace fundamental la teoría económica del liberalismo smithiano que procura para el Estado el papel de salvaguarda de la libertad de mercado.
Pero la multitud volverá a encontrar nuevos modos de aparición y resistencia andando el tiempo: “la lucha de clases reabrió la confusa síntesis de la modernidad en las primeras décadas del siglo XX y demostró nuevamente la poderosa antítesis que había entre el Estado y la multitud” (p.110). Y este nuevo modo de apertura de la crisis se saldará con las dos guerras mundiales y los totalitarismos nazi y soviético. Por un lado, la Alemania nacionalsocialista de Hitler cristalizó en una experiencia terrible que llevó hasta sus últimas consecuencias la soberanía nacional moderna posicionándose, por su parte, como enemiga de la revolución comunista de 1917 y la URSS. Por otro, la Rusia de Stalin supo erradicar los poderes de la multitud en un aparato estatal y nacional burocratizado: “Es una trágica ironía que el socialismo nacionalista de Europa llegara a parecerse al nacionalsocialismo (…) la maquinaria abstracta de la soberanía nacional está en el corazón de ambos” (p.112).
Hasta aquí cabe tal vez una pregunta general: si la modernidad no se entiende como el acabamiento de los poderes trascendentes de la Edad Media ¿cuál es la operación que en su seno procura liquidar el plano de inmanencia descubierto en el origen de este transcurrir histórico y que albergaba el espacio ontológico de la multitud? La respuesta: “lo que se hace simplemente es transferir la trascendencia de Dios al Hombre. Como Dios, también esta figura trascendente del hombre conduce pronto a la imposición de la jerarquía y la dominación sociales” (p.95). Las figuras de este desplazamiento de la trascendencia son recogidas de forma casi sumaria en Imperio y van desde la res cogitans cartesiana y el Yo trascendental kantiano con sus categorías a priori hasta el Espíritu hegeliano desplegándose en la historia y que se expresa en la forma Estado pasando por la ya mencionada teoría contractual de Hobbes o Rousseau.
El camino que se plantea más allá de este Hombre es el camino de la posmodernidad que encuentra su raíz en Nietzsche y llega hasta Foucault, un camino antihumanista pero doblemente humano, "una base anárquica de la filosofía: 'ni Dios, ni amo, ni el hombre'" (Ibidem)... pero esto ya es otra historia...
HARDT, M., NEGRI, A., Imperio, Barcelona, Paidós, 2002.
miércoles, 23 de noviembre de 2011
Sesión I. Algunas notas sobre soberanía moderna y su tránsito a la soberanía imperial.
-La modernidad está definida por una tensión o crisis constitutiva entre libertad y autoridad. Tras la revolución renacentista y su afirmación de la inmanencia, la contrarrevolución deberá reconstruir el poder trascendente. Esta operación dará lugar a la soberanía moderna.
-La solución hobbesiana desempeña un papel fundacional. Según el filósofo inglés, la supervivencia de la humanidad, cuyo estado original es la guerra, requiere de un pacto que instaure un poder absoluto sobre los hombres y los gobierne. “La soberanía se define, pues, tanto en virtud de la trascendencia como de la representación” (p.103)*.
-La soberanía moderna es, por otra parte, inseparable del capitalismo. Adam Smith concilia interés privado e interés público por la omnipresente “mano invisible”, pero esa mano invisible es resultado de una permanente intervención estatal, que crea las condiciones de la autonomía del mercado. “La trascendencia política del Estado moderno se define como una trascendencia económica” (p.106).
-Tras las revoluciones burguesas, la soberanía moderna se reviste y renueva con los conceptos de nación y pueblo. La soberanía nacional o popular desplaza la crisis de la modernidad y “convierte la relación de soberanía en una cosa (naturalizándola), y con ello suprime todo residuo de antagonismo social” p.115.
-El pueblo del Estado-nación no es algo previo al poder soberano; es, antes bien, su más refinado producto. El pueblo se define por su identidad, a la vez que por su diferencia respecto de lo que queda fuera de él (orden binario, dentro-fuera). En este sentido, los mecanismos de racismo colonial jugarán un papel esencial a la hora de moldear la identidad de los “pueblos” europeos y estabilizar la crisis.
-La revolución norteamericana supone una ruptura respecto a la tradición de la soberanía europea moderna. A diferencia del transcendentalismo de aquélla, los padres fundadores instituyen “una serie de poderes que se regulan y ordenan entre sí conformando redes. La soberanía puede ejercerse en un vasto horizonte de actividades que la subdividen sin negar por ello la unidad y que la subordinan continuamente al movimiento creativo de las masas” (p.182).
-La soberanía estadounidense propone una idea de inmanencia del poder que presenta tres momentos: Primero, reconocimiento del carácter productivo de la sociedad (las instituciones no regulan a la multitud, la multitud produce instituciones); Segundo, reconocimiento de los límites internos (cierre del poder constituyente); Tercero, inicio de un movimiento expansivo en un territorio ilimitado (el poder constituyente desborda las limitaciones del segundo momento).
-La tendencia expansiva de la república norteamericana se diferenciaría del expansionismo característico del Estado-nación por no destruir los poderes de los territorios conquistados e integrarlos en su red. Esta expansión inclusiva por redes definiría la soberanía imperial.
-Por tanto, “la idea contemporánea de imperio surge a través de la expansión global del proyecto constitucional interno de los Estados Unidos” (p. 203). El orden imperial no se sostendría únicamente a través del poderío militar (a pesar de las recaídas imperialistas de los EE.UU.), sino a través de la producción de normas jurídicas internacionales que establecen el poder del actor hegemónico y aseguran su duración.
-La transición de la soberanía moderna a la soberanía imperial se cifra, ante todo, en la supresión de la dialéctica interior-exterior. El imperio no tiene frontera, ni Otro ni afuera. El imperio es un espacio uniforme: “no hay lugar del poder: éste está a la vez en todas partes y en ninguna. El imperio es una u-topía, es decir, un no lugar” (p.212).
domingo, 20 de noviembre de 2011
Iniciamos la primera sesión
Se organiza en tres días intensos de exposición, debate y producción filosófica (22 y 29 de noviembre y 20 de diciembre) en torno a la selección de textos propuesta de Imperio y Commonwealth:
HARDT, M., NEGRI, A., “Las transiciones de la soberanía”, en Imperio, Barcelona, Paidós, 2005, pp. 89–226.
HARDT, M., NEGRI, A., “La modernidad (y los pasajes de la altermondernidad)”, “Vuelve el Imperio”, en Commonwealth. El proyecto de una revolución del común, Madrid, Akal, 2011, pp. 79 –142, pp. 209–265.
Con la jubilosa resaca aun de la pasada jornada de movilización en la Universidad de Murcia de manos de la Asamblea UMU de la que fuimos partícipes, volvemos a nuestro espacio alter-universitario más allá de preceptos y prácticas tradicionales en crisis.
Aquí dejamos una muestra en video del 17N: la multitud en la UMU
jueves, 17 de noviembre de 2011
presentación, movilizaciones... buenos encuentros
miércoles, 16 de noviembre de 2011
Guías. Cinco lecciones en torno a Imperio
viernes, 11 de noviembre de 2011
SEMINARIO#HARDTYNEGRI EN YOUTUBE
jueves, 10 de noviembre de 2011
HARDT Y NEGRI, 7 de octubre, 2011 (Madrid, Tabacalera).
HARDT Y NEGRI, 6-7 de octubre, 2011 (Madrid).
AVISO: INSCRIPCIÓN + LUGAR DE PRESENTACIÓN
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
CRONOGRAMA (del 15/noviembre/2011 al 2/mayo/2012)
noviembre | diciembre | |
22 | 29 | 20 |
febrero | ||
7 | 14 | 21 |
marzo | ||
3 | 10 | 27 |
abril | mayo | |
17 | 24 | 2 |